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miércoles, 20 de septiembre de 2017

BLOQUE 1. LA PENÍNSULA IBÉRICA DESDE LOS PRIMEROS HUMANOS HASTA LA DESAPARICIÓN DE LA MONARQUÍA VISIGODA (711).

Bloque 1.
La península Ibérica desde los primeros humanos hasta la desaparición de la monarquía Visigoda (711).



1.1.      Sociedad y economía en el Paleolítico y Neolítico. La pintura rupestre.

 Se denomina Prehistoria al periodo más largo de la historia de la humanidad, ya que abarca desde la aparición del primer homínido (australopithecus) hace unos 4 millones de años, hasta la aparición de la escritura hacia 3500 a.C. Este largo periodo de tiempo se divide a su vez en tres etapas: Paleolítico (inferior, medio y superior), Neolítico y Edad de los Metales.

La Prehistoria en la Península Ibérica.

La Prehistoria abarca el periodo de tiempo transcurrido desde la aparición de los primeros homínidos, capaces de fabricar utensilios, hasta la invención de la escritura. Se divide, a su vez, en etapas o edades que toman como base el material utilizado por los seres humanos para fabricar sus utensilios:
La Edad de la Piedra dividida en tres grandes periodos, el Paleolítico, Mesolítico y el  Neolítico.
La Edad de los Metales, dividida a su vez en tres, la edad del Bronce, la del Cobre y la del Hierro. (Hasta aquí no entraría, es sólo aclaratorio).


La Edad de Piedra: Paleolítico y Neolítico. 

En el Paleolítico (desde hace 1,2 millones de años hasta el 8.000 a. C.) habitaron en la Península Ibérica diversas especies del género Homo, los antecesor, los neandertales y los heidelbergensis además de nuestra especie, el Homo sapiens sapiens.

Economía: vivían de la caza, la pesca el carroñeo y la recolección, es decir, que aprovecha lo que la naturaleza crea. Por lo que se les puede catalogar como una economía depredadora. Eran nómadas y vivían en cuevas.  La principal característica de la misma es que es una fase tremendamente larga en el que se protagonizaron progresos técnicos muy lentos: la invención del fuego, fabricación de diversos instrumentos de piedra (bifaces, hachas de mano, puntas de flecha, buriles, raspadores, etc.)
Las sociedades: Eran grupos nómadas que se desplazaban de forma estacional siguiendo el alimento. Los individuos se reunían en pequeños grupos, con una organización muy elemental, los clanes, que se ayudaban y estaban dirigidos por líderes. No existía propiedad privada y todo lo cazado o recolectado se dividía en el pequeño grupo social o familiar denominado clan. Existía una proto sociedad divida por actividades y sexos,  los hombres cazaban y pescaban y las mujeres recolectaba y cuidaban de enfermos y niños.

El Neolítico (5.000-3.000 a. C) llega a España desde el Próximo Oriente a través de dos rutas: el Mediterráneo y el norte de África. La aparición del neolítico se explica por un cambio en el clima del planeta, él cual, se hace más cálido lo que permitió a los seres humanos modificar su comportamiento apareciendo así la ganadería y la agricultura.
Economía: El hombre pasa de ser un cazador y recolector, que caracterizaba al hombre del Paleolítico, a agricultor y ganadero, típico del Neolítico. Ello provoca que el ser humano se convierta en sedentario, aprende a pulir la piedra, construye viviendas (aparecen los primeros poblados), fabricar textiles (lino), empieza el comercio y fabrica útiles de barro (cerámica). Los principales cambios tecnológicos fueron el pulimentado de la piedra, y la aparición de la cerámica cardial como en Monserrat (Cataluña), Nerja (Málaga). Surgen los verdaderos poblados. Se desarrolla la cultura de Almería y la de los sepulcros de fosa en Cataluña. Al final del Neolítico se desarrolló la cultura megalítica en Extremadura y en Andalucía.
Las sociedades: Los grupos humanos se hacen sedentarios. Empieza la estratificación social facilitada por el comercio, la propiedad privada y el poder, con grupos poderosos y grupos desfavorecidos. Aparecen los primeros poblados que darán lugar a las primeras ciudades.

La pintura rupestre:
Destacamos los siguientes focos
La pintura rupestre en el Norte Peninsular: la Cueva de Altamira.
Datada en el paleolítico superior con el Homo sapiens. Destaca su naturalismo, su policromía en colores ocres y pintada en el interior de las cuevas. Representan figuras de animales de caza como bisontes o ciervos con un propósito de propiciar la caza o motivos religiosos. Destacamos las pinturas de la cueva de Altamira, datadas hace unos 14.000 años, considerada las pinturas paleolíticas más importantes de Europa.
La pintura levantina.
En esta zona el arte rupestre aparece con características distintas a la de la Cornisa Cantábrica, aparecen desde Lérida hasta Albacete. Se pintaban en cuevas y abrigos representando, de manera estilizada, poco naturales y monocroma, conjuntos de hombres, mujeres y de animales en escenas de cacería, luchas de hombres con arcos, recolección o danzas rituales. 
Destacamos: las cuevas de serían: Cuevas de la Sarga, en Alcoy, (Alicante)  o Cueva de la Araña, en Bicorp (Valencia). Este tipo de pintura se inicia en el paleolítico superior, en torno al 13.000 y se prologará también por el neolítico.

La Edad de los Metales: el Cobre y el Bronce. (NO ENTRARÍA)


El uso de los metales se inició en el Próximo Oriente desde el IV milenio. En primer lugar se utilizó el cobre, metal  blando y abundante en la Península Ibérica, lo que contribuyó a que llegaran pueblos procedentes del Mediterráneo oriental a las costas del sur y del Levante en busca de metales.

La metalurgia del cobre (2.500-2.000) dio lugar a la cultura de Los Millares (Almería), un poblado amurallado con monumentos megalíticos, que eran enterramientos colectivos hechos a base de grandes losas. Se basaban en una economía agraria y comercial. Otra cultura destacable fue la de los vasos campaniformes, cerámicas con forma de campana invertida que se dará por toda la península.

En el III milenio de se desarrolla en el Próximo Oriente la técnica del bronce (aleación de estaño y cobre), ello animó al comercio a larga distancia y la Península Ibérica, rica en mineral de cobre y de estaño, se convirtió en uno de los polos de atracción del mundo mediterráneo. Los hallazgos en la zona del sureste (Almería y Murcia) indican el contacto con navegantes procedentes del Mediterráneo oriental. Entre los poblados, que ha dado lugar a una cultura propia y ha influido en otras zonas, está el de El Argar (Almería), entre el 1.700 y 1.300, caracterizada por enterramientos individuales en fosas, donde al difunto le acompaña su ajuar (pertenecías).

Otras construcciones megalíticas, consideradas más tardías, están presentes en las Islas Baleares, con formas diferentes a las ya apuntadas, como los talayots, las taulas y las navetas (cultura talayótica).

La Península Ibérica durante la Antigüedad, la entrada en la historia y la Edad del Hierro. 


Durante el primer milenio antes de Cristo, la metalurgia del hierro (1.000 a. C.-época romana) llega a la Península Ibérica desde Oriente a través de los pueblos celtas o indoeuropeos (que entraron por los Pirineos) y de los fenicios y griegos, pueblos colonizadores procedentes del Mediterráneo oriental.

En general, a lo largo de este último milenio, se mezclan los rasgos propios de las culturas nativas con la influencia cultural venida del exterior. Todo parece indicar una evolución lenta en la que, sin embargo, las aportaciones exteriores fueron provocando un nivel de civilización superior de los pueblos del sur y de la costa oriental frente al de los pueblos del interior y del norte del país.

1.2.      Los pueblos prerromanos. Las colonizaciones históricas: fenicios y griegos. Tartesos.
En la primera mitad del I milenio a. C. llegan a la Península Ibérica los fenicios, los griegos y los cartagineses. Estos pueblos colonizadores, procedentes del Mediterráneo buscaban aprovecharse de la riqueza en metales existente en la Península. Para ello, fundaron establecimientos comerciales, llamados factorías, como centros de intercambio de metales y otros productos.

Los pueblos prerromanos.

Los grupos humanos peninsulares  evolucionaron muy rápidamente por el contacto con los pueblos colonizadores (fenicios y griegos) y por la llegada de los pueblos indoeuropeos.

El contracto de unos u otros colonizadores con los pueblos indígenas dio lugar a lo largo del primer milenio a.C. a la configuración de dos culturas diferentes en la Península Ibérica: iberos y celtas.
  1. La cultura ibera surge en el sur y este peninsular. No es un pueblo nuevo sino que es una evolución de una cultura autóctona que recibe influencias de los pueblos mediterráneos (fenicios y griegos). Vivían en pequeñas ciudades. Tenían una economía agrícola desarrollada que les permitía comerciar con diferentes productos excedentarios. En la zona sur destaca la explotación minera que les permitió desarrollar una importante actividad metalúrgica tanto en la orfebrería como para fabricar armas (falcata). Conocían la moneda y la escritura. Tenían una organización política de monarquía y jerarquías sociales. Destacamos numerosos pueblos como Edetanos, Ilergetes, Mastienos, Lacetanos, etc… A partir del siglo VII a.C, estos pueblos conocidos como Íberos, desarrollan una cultura propia muy rica como demuestra su arte (Dama de Elche o la Dama de Baza) con fuerte influencia griega.

  1. Los celtas son la mezcla de pueblos indoeuropeos que procedían de Centroeuropa, y llegaron en torno al año 1100 a.C. con los pueblos indígenas del interior peninsular. Se extendieron por el norte y centro peninsular. Eran pastores y agricultores, con escasos intercambios comerciales. Conocían el hierro y la domesticación del caballo. Vivían en pequeños poblados (castros). No conocían la moneda, ni la escritura y no tuvieron contacto con los mercaderes mediterráneos. Su organización era tribal e igualitaria. Destacamos a los galaicos, astures, a los cántabros y a los vascones en el norte y los Lusitanos, Vacceos; Vetones y los Carpetanos en el centro y oeste peninsular.


Colonizadores: indoeuropeos, fenicios y griegos y cartagineses
Por los Pirineos llegaron a la Península Ibérica desde centroeuropa grupos de pueblos indoeuropeos entre finales del siglo XI a.C. y el siglo VI a.C. Se asentaron en el norte y el oeste peninsular. Conocían el hierro, tenían una economía basada en la agricultura y la ganadería, y algunos de ellos practicaban un ritual funerario basado en la incineración del cadáver cuyas cenizas eran depositadas en unas urnas que luego se enterraban (campos de urnas).
Por el mar Mediterráneo llegaron a la península en torno al 1100 a.C. los fenicios, un pueblo procedente del actual Líbano (ciudad de Tiro) y que fueron los comerciantes más importantes del Mediterráneo. Fundaron numerosas ciudades factorías en la costa sur mediterránea, entre ellas Gadir (Cádiz), la primera ciudad europea, o Sexi. Vinieron atraídos por la gran riqueza de metales del sur de la Península (Río Tinto): estaño, plata y oro. Utilizaban el trueque. Aportaron a los iberos la escritura (alfabeto), la salazón de pescado, la agricultura mediterránea (olivo, vid) y la organización urbana.
En el 600 a.C., las ciudades fenicias de Líbano fueron conquistadas por los persas y las colonias peninsulares pasaron a depender de una colonia fenicia del norte de África (actual Túnez), llamada Cartago. Los cartagineses siguen totalmente las estructuras fenicias, siendo más militaristas e imperialistas. Dominaron militarmente el  sur y este peninsular tras la I Guerra Púnica (264 - 241 a.C.); permanecerán hasta su enfrentamiento con los romanos (s. III a.C.). Asdrúbal Barca fundó Cartago Nova (Cartagena).
En torno al 800 a.C. llegan a las costas peninsulares mediterráneas grupos de colonizadores griegos. Se asentaron en el norte de Valencia y costa Catalana (Rosas y Ampurias). Eran colonias que dependían de la polis de Marsella. Su impacto cultural no fue tan importante y duradero como el fenicio y el posterior romano. Enseñaron el uso de la moneda y aportaron su alfabeto, arte y cultura.

Tartesos.

La primera cultura protohistórica peninsular es Tartesos. Es considerado como la primera organización de un Estado en la Península Ibérica. Su localización exacta se desconoce, aunque parece que su núcleo principal estuvo en la zona de Huelva y en el valle bajo y medio del Guadalquivir. Tartessos es el nombre de un mítico reino indígena que aparece reflejado en las antiguas fuentes escritas de los griegos famosos por sus fabulosas riquezas. Hoy en día podemos calificarlo como una cultura bastante avanzada situada en Andalucía occidental a caballo entre el Bronce Final y la Edad del Hierro. Esta cultura entró en contacto con los fenicios en el siglo VIII a.C. y de este contacto se derivó un gran desarrollo económico (explotación masiva de plata) y cultural (desarrollo de una escritura propia, de complejos sistemas artesanales como el llamado Tesoro de Carambolo,  urbanísticos, funerarios, etc.) Tras este período de auge, Tartessos entró en decadencia y desapareció a fines del siglo VI a.C bajo el dominio cartaginés ya con el nombre de turdetanos. Alcanzó su mayor esplendor entre los siglos VII y VI a. C., gracias a la influencia de los fenicios y griegos.






1.3.      Conquista y romanización de la Península Ibérica. Principales aportaciones romanas en los ámbitos social, económico y cultural.
Conquista y romanización de la Península Ibérica
Los romanos son los colonizadores-conquistadores que más tiempo van a permanecer en la Península: desde 218 a.C. hasta el 476 d.C. Son 700 años de influencia.
Los romanos llegaron a la península en su enfrentamiento con los cartagineses en la II Guerra Púnica (s. III a.C.). La conquista de Iberia se realizó en tres fases:

·         Conquista del Levante, depresiones del Ebro y Guadalquivir y la Bética (Andalucía) durante la II Guerra Púnica (218-202 a.C.). Escipión “El Africano” derrotó a los ejércitos cartagineses liderados por Aníbal. Este territorio ibero se convirtió en la zona más romanizada y más rica de la Península (Tarraco, Híspalis, Itálica...). los romanos conquistaron Gadir, Cartagonova como ciudades más importantes.
·         Conquista de las Mesetas. Después de fuertes enfrentamientos con lusitanos (Viriato) y celtíberos (Numancia), se domina este territorio en torno a 133 a.C.
·         Zona Cantábrica. de Galicia a los Pirineos. Ofrecieron una fuerte resistencia y nunca fueron totalmente asimilados. Se termina de dominar con el emperador Augusto en el 17 a.C.


La romanización es el proceso de asimilación de las leyes, cultura, economía, religiones, idioma, costumbres... romanas por parte de las comunidades indígenas. La romanización fue un lento proceso que se inició con la conquista; se dio con distinta rapidez e intensidad dependiendo de los pueblos indígenas. La infiltración cultural fue lenta y favorecida por las obras públicas, el desarrollo del comercio y de las nuevas técnicas agrarias, y por el gobierno provincial romano.

La organización administrativa y del territorio según el modelo romano. Los romanos dividieron la península en provincias: durante la República hubo dos (Ulterior y Citerior), en el Alto Imperio tres (Lusitania, Bética y Tarraconensis) y en el Bajo Imperio cinco (Lusitania, Bética, Tarraconensis, Cartaginensis y Galaecia). Al frente de cada provincia estaba un procónsul o propretor.


Aportaciones romanas en los ámbitos social, económico y cultural.


Economía.

La agricultura se transformó incorporando nuevas técnicas como la rotación trienal, el arado, los abonos y los regadíos del Levante, Ebro y Andalucía. Se especializó en productos comerciales: cereales, vid y olivo. La explotación de la tierra se realizaba en latifundios esclavistas que eran gestionados desde las villas (grandes explotaciones agropecuarias, trabajadas por esclavos y cuya producción se destinaba principalmente a la exportación).

La artesanía no alcanzó un gran desarrollo por el intento de Roma de evitar la competencia con Italia. No obstante, se desarrollaron las artesanías que tenían relación con la actividad exportadora peninsular: cerámica, salazón, medios de transporte.

La minería los romanos explotaron las ricas minas peninsulares de oro, plata, hierro, cobre o mercurio con mano de obra esclava. Destaca las minas de oro de Las Médulas en León.

Los romanos monetizaron la economía mediante la creación de monedas como los denarios o los sestercios.

Sociedad.
Otra de las consecuencias de esta romanización fue la aparición de una sociedad hispanorromana que se estructuró a imagen de la romana. Era por tanto una sociedad esclavista; es decir, la base de la economía eran los esclavos que realizaban la mayor parte de los trabajos. Así, la principal distinción se hacía entre personas libres y esclavas.
Dentro de la población libre se distinguía entre senatoriales (ciudadanos romanos de plenos derechos civiles y políticos, normalmente grandes latifundistas), ecuestres o caballeros (ciudadanos romanos de clase media, funcionarios, comerciantes o pequeños propietarios), los decuriones (formados por los ciudadanos más ricos de las ciudades que monopolizaban el gobierno municipal) y en el último escalafón estaban los plebeyos o la plebe.
Los indígenas se integraron y mezclaron rápidamente con los ciudadanos romanos. Poco a poco la mayoría de la población fue liberada. Estos libertos realizaban trabajos remunerados para sus antiguos amos, en el servicio doméstico o en la administración.

Cultura

Como consecuencia de esta asimilación social muchos hispanos llegaron a la cumbre de la administración imperial (Trajano, Adriano, Teodosio) o fueron figuras muy importantes de la cultura (Séneca, Marcial,...).
Por otra parte, uno de los aspectos fundamentales de la romanización fue la extensión del latín y la desaparición paulatina de las lenguas indígenas (salvo el caso del euskera).
A lo largo de toda la dominación romana pervivieron las religiones autóctonas y sobre ellas los romanos influyeron con sus ritos y creencias. Extendieron como obligatorio el culto al Emperador. En el siglo IV d.C. el emperador hispano Teodosio "El Grande" con el Edicto de Milán (313) impuso como religión oficial y única el cristianismo católico en todo el Imperio.
La extensión de la vida urbana romana. Los romanos desarrollaron las ciudades de origen ibero existentes y crearon multitud de nuevas ciudades y asentamientos en las zonas de origen celta. Algunas de las ciudades que fundaron los romanos se originaron en los campamentos militares romanos (León o Valencia), y otras fueron colonias pobladas por veteranos del ejército romano (Mérida). Las “colonias” estaban habitadas por ciudadanos romanos y organizadas a semejanza de Roma como Itálica, Emérita Augusta, Pompaelo...
      El desarrollo de las obras públicas (puentes –Alcántara- o acueductos –Segovia-) y las vías de comunicación (calzadas y puertos) que comunicaban los nuevos territorios con el resto del Imperio a la vez que servía de elementos propagandísticos del poder de Roma. Otras obras fueron los acueductos, como los de Segovia o Mérida. También realizaron importantes obras destinadas al entretenimiento, como teatros (Mérida), Circos (Mérida), Termas, o Anfiteatros (Segóbriga o Mérida).


1.4.      El reino visigodo: origen y organización política. Los concilios.

Origen y organización política
En el s. V varios pueblos germanos asolan la Península (suevos, vándalos y alanos). Un pueblo germano federado (aliado) de Roma, los visigodos, son enviados por el emperador romano para restablecer el orden. Cuando definitivamente desaparece el poderío de Roma (476) son los que quedan como única autoridad. Su dominio va a durar hasta el año 711.
Tras la desaparición del Imperio Romano Occidental los visigodos crearon un reino germánico que tenía como capital Toulouse, Francia. A partir del 507 después de la batalla de Vouillé, en la que los visigodos son derrotados por los francos, los visigodos se trasladarán en masa a la península. Fundaron el reino visigodo con capital en Toledo manteniendo el dominio sobre la Península.
El reino visigodo fue una mezcla de romanismo y germanismo. La organización administrativa romana, las leyes, el latín y la moneda fueron mantenidos por los visigodos.
Los visigodos se gobernarán con un sistema de monarquía electiva que originará graves guerras civiles sucesorias (regicidio). El rey era asistido por órganos de gestión llamados Officium Palatinum, presididos por los condes. Además existían una Aula Regia o Consejo del Rey, integrado por magnates y obispos con un vínculo de fidelidad personal al rey con una función de asesoría.
Los visigodos se constituyeron en el grupo dominante que ejercía su poder sobre una inmensa mayoría de hispanorromanos. Esta política de segregación racial se veía reforzada por la prohibición de matrimonios mixtos, por la existencia de dos códigos legales distintos (Código de Eurico para los visigodos y el Código romano para los hispanorromanos) y diferente religión (hispanorromanos mayoritariamente cristianos católicos y los visigodos cristianos arrianos). La segregación étnica y la falta de administradores profesionales entre los visigodos originaban inestabilidad.
El rey más importante y poderoso del reino visigodo de Toledo fue Leovigildo (573-586). Intentó crear una monarquía hereditaria asociando al trono a su hijo (Recaredo), eliminó la prohibición de los matrimonios mixtos, intentó integrar a los hispanorromanos en la administración y buscó la unidad religiosa intentando imponer al cristianismo arriano como la única religión oficial. Esta labor de centralización fracasó por la sublevación de su propio hijo, Hermenegildo.
Con Recesvinto (653-672) se consiguió la integración legal con la proclamación de un único código legal, el Liber Iudiciorum (Fuero Juzgo) común para ambas comunidades.

Los concilios.
   Los Concilios Eclesiásticos desempeñaron un papel destacado en la vida política del reino visigodo. Se reunían en la capital, Toledo, el rey los convocaba para su asesoramiento político y reforzar su poder. A partir del año 633, en que tuvo lugar el IV Concilio de Toledo la monarquía visigoda quedó muy unida a la Iglesia católica. Estaban presididas por el arzobispo más antiguo (posteriormente por el de Toledo), donde la representación se reducía a las altas jerarquías eclesiásticas y a la nobleza.


Tras la muerte del rey Vitiza se produce una guerra civil y uno de los bandos pidió ayuda a un nuevo poder norteafricano, los musulmanes, que llegan a la península en el 711. Tras derrotar al rey Rodrigo (Guadalete) los musulmanes dominaron la península durante ocho siglos.

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