5.3.
El reinado de Fernando VII:
liberalismo frente a absolutismo. El proceso de independencia de las colonias
americanas.
Durante toda la guerra de la independencia
(1808 – 1813) Fernando VII había permanecido retenido en Francia. En diciembre
de 1813, Fernando VII firmó con Napoleón el Tratado de Valençay, que ponía fin a la
guerra y significaba la recuperación del trono de España en su persona. Los
liberales españoles, autores de la Constitución de 1812, esperaban que el Rey se convirtiese en un monarca constitucional.
Por el contrario, los diputados
absolutistas, la Iglesia
y parte del pueblo no aceptaban el nuevo régimen. Cuando Fernando
VII regresa un tercio de diputados absolutistas, que tenían el apoyo de la
Iglesia y el Ejército, le entregan el conocido como “Manifiesto de los Persas” donde le animan a
restaurar el Antiguo Régimen. Unos días después, Fernando VII firma en Valencia, el Decreto del 4 de mayo por
el que se declara nula la
Constitución y todas las leyes aprobadas en las Cortes de
Cádiz.
FASES DEL REINADO DE FERNANDO VII.
El
Sexenio Absolutista (1814 – 1820)
El retorno de Fernando VII dio, por tanto, el
poder a los absolutistas, que tras el decreto de mayo de 1814, trataron
gobernar como si nada hubiera ocurrido en España desde 1808. Se restablecieron las antiguas instituciones,
incluida la Inquisición, se recuperó el régimen señorial y se suprimieron todas
las libertades, iniciándose una feroz persecución de liberales y afrancesados que tuvieron que
marchar al exilio. La Constitución de Cádiz fue
suspendida.
La monarquía absoluta se situó fuera de la
realidad de la época. España entró en una fase de aislamiento y desprestigio
en toda Europa. El absolutismo fue incapaz de encontrar una solución
a la crisis general del Antiguo Régimen, en realidad Fernando VII gobernaba apoyándose
en un grupo personajes estrechamente vinculado a él (“camarilla”) que
eran incapaces de hacer frente a los enormes problemas de la época.
Especialmente importantes eran la
grave crisis financiera y la lucha por la emancipación de las colonias americanas.
Comenzó
la represión política, uno de los
caracteres del periodo, contra afrancesados y liberales que fueron detenidos,
desterrados o exiliados; funcionarios depurados y cierre de todos los
periódicos. El ejército y la
Iglesia fueron los pilares de esta labor. Ante esta situación, los liberales intentaron provocar la
caída de la monarquía absoluta y el restablecimiento de la
Constitución. El descontento de los liberales y del ejército cristalizó en una
serie de pronunciamientos militares. Entre 1814 y 1820 hubo casi
una veintena de pronunciamientos (Espoz
y Mina, Díaz Porlier, Lacy y Milans del Bosh…) que fracasaron en su intento
de acabar con el absolutismo. En 1820, un pronunciamiento iniciado por el
coronel Rafael
de Riego en Cabezas de San Juan (Sevilla) terminará
triunfando y abriendo una nueva etapa, el trienio liberal.
El
Trienio Liberal (1820 – 1823)
El triunfo del pronunciamiento de Riego supuso
el restablecimiento de los derechos y
libertades aprobados en la Constitución de Cádiz en
1812. Fernando VII se vio obligado a ceder y juró la Constitución ; fue
célebre su frase: “Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda
constitucional”. Unos
años después sería evidente la falsedad de esa afirmación.
Durante el Trienio, España vivió un clima de
gran libertad, con un alto número de periódicos y de centros de discusión
política (sociedades patrióticas), y con la participación de los
ciudadanos mediante la celebración de elecciones. Los liberales pusieron en
práctica importantes reformas: desamortización
de bienes de la Iglesia, supresión de los gremios, reforma fiscal, fin de la
Inquisición, de los derechos señoriales, etc.
Los liberales se encontraban divididos entre el partido moderado o doceañista (Martínez de la Rosa; Argüelles o Toreno)
que gobernó durante la mayor parte del Trienio, y el partido
exaltado o veinteañistas (Romero Alpuente y Riego) que apostaba
por medidas más revolucionarias.
Las reformas del Trienio provocaron una constante
agitación política y la oposición al gobierno liberal de la Iglesia , de la
aristocracia y del campesinado. El propio Fernando VII encabezaba esa
oposición. Los absolutistas crearon partidas guerrilleras y plantearon varios
golpes de estado contra el régimen constitucional. En julio de 1822 la Guardia Real, fuerza militar de elite
vinculada al Rey, protagonizó un levantamiento en Madrid que fue sofocado
por la Milicia
Nacional. El fracaso provocó la ruptura
definitiva entre los liberales y Fernando VII; además el partido moderado
pasó a la oposición y el partido exaltado accedió al poder (general San
Miguel). Los fracasos de las intentonas absolutistas provocaron que el rey se
planteara la intervención extranjera como única manera de acabar con el
liberalismo.
La Santa Alianza (Austria,
Prusia, Rusia y Francia), ante el temor de que la experiencia liberal española
se extendiera al resto de Europa, decidieron en el Congreso de Verona enviar
un ejército francés a España, “los Cien Mil Hijos de San
Luis”. Esta nueva invasión
francesa está dirigida por el duque de Angulema y apenas encuentra resistencia
entre el pueblo español, descontento con los liberales. El gobierno y las
Cortes se refugiaron en Cádiz con el Rey, pero en octubre de 1823 Fernando VII
fue liberado y la Constitución nuevamente abolida. Comienza
así la denominada por los liberales “Década Ominosa”, es decir abominable,
donde retorna la persecución y represión de los liberales (más de 8000 fueron
ajusticiados, incluido Riego). Siguió habiendo conspiraciones. Espoz y Mina conspiraba desde Bayona, pero la conspiración liberal
más seria la protagonizó el general
Torrijos, que fracasó al desembarcar en Málaga y fue fusilado (1831).
Durante el reinado de Fernando VII en América
culminará buena parte del proceso de emancipación. A
comienzos del siglo XIX, España era todavía un estado transoceánico, con un
enorme imperio que iba de California y Florida a la Patagonia y se extendía
incluso a algunas zonas del Pacífico como las Filipinas y otros archipiélagos.
De hecho, la mayor parte de la población
española era americana, lo mismo que los núcleos urbanos más grandes y con
más actividad comercial (Buenos Aires, La Habana , Cartagena de Indias, Veracruz).
Los
desastres de la guerra de Independencia acentuaron la impotencia española y el
desequilibrio entre la metrópoli y las colonias. Pero las causas
de la independencia obedecen a múltiples factores:
·
El ejemplo de Estados Unidos frente a Gran Bretaña 40 años antes, convirtiéndose
en la primera república americana independiente y en una incipiente potencia
continental.
·
Las ideas ilustradas y liberales llegadas de Francia, a través de libros y
periódicos de contrabando, que se difundieron entre la culta burguesía
comercial de los puertos.
·
La pérdida de los lazos militares y
comerciales con la metrópoli,
después de la derrota de Trafalgar que destruyó la mayor parte de la flota (1805).
·
El vacío de poder creado por la invasión francesa: los reyes estaban prisioneros de Napoleón y en América
se formaron también Juntas de Defensa (1810), que fueron el origen de los
movimientos independentistas posteriores.
·
La incapacidad de la metrópoli para abastecer comercial e industrialmente tan
vasto imperio: gran parte de las mercancías enviadas a América eran en realidad
productos ingleses o franceses reexportados desde España. Las colonias no
podían comerciar libremente con otros países, las aduanas encarecían los
productos importados y la burguesía comercial estaba interesada en librarse de
esas trabas.
·
El descontento de las élites criollas con respecto a los peninsulares que ocupaban los
principales cargos de poder, sintiéndose así desplazados y ninguneados.
El
pueblo campesino, indígena o mestizo, mayoría de la población, participó poco en las luchas
independentistas, que fueron más
bien un conflicto entre peninsulares y criollos. Los primeros controlaban
la administración virreinal y eran de ideas más conservadoras; los criollos,
comerciantes o hacendados, eran liberales.
Las
fases de la independencia
fueron dos:
·
1810-1814. Creación de las Juntas de Defensa. Las
Cortes de Cádiz declaran la igualdad de los españoles de ambos hemisferios y
decretan en parte la libertad comercial. En México, los curas Hidalgo y
Morelos dirigieron una sublevación indígena que fue aplastada en 1815. Los
núcleos de resistencia españoles fueron Cuba
y Perú. Los ejércitos realistas en América y sobre todo con la llegada,
después de la guerra de la
Independencia , del general
Morillo acabaron con los focos independentistas salvo el de Argentina y
Paraguay.
·
1817-1824. Los virreyes pedían refuerzos a la desesperada,
pero el gobierno era incapaz de mandar más tropas y las que reunió en Cádiz
fueron las que se sublevaron en 1820. Los liberales en el poder no hicieron
nada contra los liberales americanos. El general San Martín,
desde el Sur, independizó
Argentina (1816) y Chile (1817) con ayuda de O´Higgings. Desde el
norte, Simón Bolívar, “El Libertador”,
creó la Gran Colombia
(1819), soñando con la unidad de los sudamericanos para verse libres de nuevas
potencias, pero su independencia definitiva no se produjo hasta la batalla de Carabobo en 1821. México se
independizó en 1821, optando por una
solución más conservadora (el Plan de
Iguala). Perú fue el último baluarte español, criollos y peninsulares
temían aquí la sublevación de la abundante población indígena, por lo que
apoyaron al virrey Abascal. Pero San Martín desde el sur y Bolívar desde el
norte forzaron su independencia, definitiva tras la batalla de
Ayacucho, en 1824, ganada por el general Sucre. Bolivia en 1825 fue el último territorio continental en
adoptar la independencia. España
conservó las Antillas y Filipinas. Inmediatamente, Gran Bretaña y Estados
Unidos reconocieron a las nuevas repúblicas, para evitar una intervención de la Santa Alianza
(Doctrina del presidente Monroe de EE.UU., en 1823: "América para los
americanos") y defender sus intereses comerciales.
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