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viernes, 12 de enero de 2018

5.3. EL REINADO DE FERNANDO VII: LIBERALISMO FRENTE A ABSOLUTISMO. EL PROCESO DE INDEPENDENCIA DE LAS COLONIAS AMERICANAS.


5.3.            El reinado de Fernando VII: liberalismo frente a absolutismo. El proceso de independencia de las colonias americanas.
El regreso de Fernando VII (1814-1833).
Durante toda la guerra de la independencia (1808 – 1813) Fernando VII había permanecido retenido en Francia. En diciembre de 1813, Fernando VII firmó con Napoleón el Tratado de Valençay, que ponía fin a la guerra y significaba la recuperación del trono de España en su persona. Los liberales españoles, autores de la Constitución de 1812, esperaban que el Rey se convirtiese en un monarca constitucional. Por el contrario, los diputados absolutistas, la Iglesia y parte del pueblo no aceptaban el nuevo régimen. Cuando Fernando VII regresa un tercio de diputados absolutistas, que tenían el apoyo de la Iglesia y el Ejército, le entregan el conocido como “Manifiesto de los Persas” donde le animan a restaurar el Antiguo Régimen. Unos días después, Fernando VII firma en Valencia, el Decreto del 4 de mayo por el que se declara nula la Constitución y todas las leyes aprobadas en las Cortes de Cádiz. 

FASES DEL REINADO DE FERNANDO VII.
El Sexenio Absolutista (1814 – 1820)
El retorno de Fernando VII dio, por tanto, el poder a los absolutistas, que tras el decreto de mayo de 1814, trataron gobernar como si nada hubiera ocurrido en España desde 1808. Se restablecieron las antiguas instituciones, incluida la Inquisición, se recuperó el régimen señorial y se suprimieron todas las libertades, iniciándose una feroz persecución de liberales y afrancesados que tuvieron que marchar al exilio. La Constitución de Cádiz fue suspendida.
La monarquía absoluta se situó fuera de la realidad de la época. España entró en una fase de aislamiento y desprestigio en toda Europa.  El absolutismo fue incapaz de encontrar una solución a la crisis general del Antiguo Régimen, en realidad Fernando VII gobernaba apoyándose en un grupo personajes estrechamente vinculado a él (“camarilla”) que eran incapaces de hacer frente a los enormes problemas de la época. Especialmente importantes eran la grave crisis financiera y la lucha por la emancipación de las colonias americanas.
Comenzó la represión política, uno de los caracteres del periodo, contra afrancesados y liberales que fueron detenidos, desterrados o exiliados; funcionarios depurados y cierre de todos los periódicos. El ejército y la Iglesia fueron los pilares de esta labor. Ante esta situación, los liberales intentaron provocar la caída de la monarquía absoluta y el restablecimiento de la Constitución. El descontento de los liberales y del ejército cristalizó en una serie de pronunciamientos militares. Entre 1814 y 1820 hubo casi una veintena de pronunciamientos (Espoz y Mina, Díaz Porlier, Lacy y Milans del Bosh…) que fracasaron en su intento de acabar con el absolutismo. En 1820, un pronunciamiento iniciado por el coronel Rafael de Riego en Cabezas de San Juan (Sevilla) terminará triunfando y abriendo una nueva etapa, el trienio liberal.

El Trienio Liberal (1820 – 1823)
El triunfo del pronunciamiento de Riego supuso el restablecimiento de los derechos y libertades aprobados en la Constitución de Cádiz en 1812. Fernando VII se vio obligado a ceder y juró la Constitución; fue célebre su frase: Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”. Unos años después sería evidente la falsedad de esa afirmación.
Durante el Trienio, España vivió un clima de gran libertad, con un alto número de periódicos y de centros de discusión política (sociedades patrióticas), y con la participación de los ciudadanos mediante la celebración de elecciones. Los liberales pusieron en práctica importantes reformas: desamortización de bienes de la Iglesia, supresión de los gremios, reforma fiscal, fin de la Inquisición, de los derechos señoriales, etc.
Los liberales se encontraban divididos entre el partido moderado o doceañista (Martínez de la Rosa; Argüelles o Toreno) que gobernó durante la mayor parte del Trienio, y el partido exaltado o veinteañistas (Romero Alpuente y Riego) que apostaba por medidas más revolucionarias.
Las reformas del Trienio provocaron una constante agitación política y la oposición al gobierno liberal de la Iglesia, de la aristocracia y del campesinado. El propio Fernando VII encabezaba esa oposición. Los absolutistas crearon partidas guerrilleras y plantearon varios golpes de estado contra el régimen constitucional. En julio de 1822 la Guardia Real, fuerza militar de elite vinculada al Rey, protagonizó un levantamiento en Madrid que fue sofocado por la Milicia Nacional. El fracaso provocó la ruptura definitiva entre los liberales y Fernando VII; además el partido moderado pasó a la oposición y el partido exaltado accedió al poder (general San Miguel). Los fracasos de las intentonas absolutistas provocaron que el rey se planteara la intervención extranjera como única manera de acabar con el liberalismo.
La Década Ominosa (1823 – 1833)
La Santa Alianza (Austria, Prusia, Rusia y Francia), ante el temor de que la experiencia liberal española se extendiera al resto de Europa, decidieron en el Congreso de Verona enviar un ejército francés a España, los Cien Mil Hijos de San Luis. Esta nueva invasión francesa está dirigida por el duque de Angulema y apenas encuentra resistencia entre el pueblo español, descontento con los liberales. El gobierno y las Cortes se refugiaron en Cádiz con el Rey, pero en octubre de 1823 Fernando VII fue liberado y la Constitución nuevamente abolida. Comienza así la denominada por los liberales “Década Ominosa”, es decir abominable, donde retorna la persecución y represión de los liberales (más de 8000 fueron ajusticiados, incluido Riego). Siguió habiendo conspiraciones. Espoz y Mina conspiraba desde Bayona, pero la conspiración liberal más seria la protagonizó el general Torrijos, que fracasó al desembarcar en Málaga y fue fusilado (1831).
La Santa Alianza pretendía que España adoptase un “absolutismo moderado”, donde desde la monarquía se diese paso a reformas paulatinas, no se recuperase la inquisición y la persecución a los liberales estuviese limitada. Fernando VII gobernó así de manera errática, apoyándose a veces en el sector moderado (López Ballesteros) y otras en el sector ultra (Calomarde). Tanto liberales como absolutistas se sintieron defraudados por la nueva política. Los absolutistas más radicales (apostólicos) se agruparon en torno al hermano del rey, don Carlos María Isidro, conspirando (“guerra de los agraviados”, 1827) contra el rey en un preludio de la “guerra carlista” que se desarrollará a partir de  1833.
Durante el reinado de Fernando VII en América culminará buena parte del proceso de emancipación. A comienzos del siglo XIX, España era todavía un estado transoceánico, con un enorme imperio que iba de California y Florida a la Patagonia y se extendía incluso a algunas zonas del Pacífico como las Filipinas y otros archipiélagos. De hecho, la mayor parte de la población española era americana, lo mismo que los núcleos urbanos más grandes y con más actividad comercial (Buenos Aires, La Habana, Cartagena de Indias, Veracruz).
Los desastres de la guerra de Independencia acentuaron la impotencia española y el desequilibrio entre la metrópoli y las colonias. Pero las causas de la independencia obedecen a múltiples factores:
·         El ejemplo de Estados Unidos frente a Gran Bretaña 40 años antes, convirtiéndose en la primera república americana independiente y en una incipiente potencia continental.
·         Las ideas ilustradas y liberales llegadas de Francia, a través de libros y periódicos de contrabando, que se difundieron entre la culta burguesía comercial de los puertos.
·         La pérdida de los lazos militares y comerciales con la metrópoli, después de la derrota de Trafalgar que destruyó la mayor parte de la flota (1805).
·         El vacío de poder creado por la invasión francesa: los reyes estaban prisioneros de Napoleón y en América se formaron también Juntas de Defensa (1810), que fueron el origen de los movimientos independentistas posteriores.
·         La incapacidad de la metrópoli para abastecer comercial e industrialmente tan vasto imperio: gran parte de las mercancías enviadas a América eran en realidad productos ingleses o franceses reexportados desde España. Las colonias no podían comerciar libremente con otros países, las aduanas encarecían los productos importados y la burguesía comercial estaba interesada en librarse de esas trabas.
·         El descontento de las élites criollas con respecto a los peninsulares que ocupaban los principales cargos de poder, sintiéndose así desplazados y ninguneados.
El pueblo campesino, indígena o mestizo, mayoría de la población, participó poco en las luchas independentistas, que fueron más bien un conflicto entre peninsulares y criollos. Los primeros controlaban la administración virreinal y eran de ideas más conservadoras; los criollos, comerciantes o hacendados, eran liberales.
Las fases de la independencia fueron dos:

·           1810-1814. Creación de las Juntas de Defensa. Las Cortes de Cádiz declaran la igualdad de los españoles de ambos hemisferios y decretan en parte la libertad comercial. En México, los curas Hidalgo y Morelos dirigieron una sublevación indígena que fue aplastada en 1815. Los núcleos de resistencia españoles fueron Cuba y Perú. Los ejércitos realistas en América y sobre todo con la llegada, después de la guerra de la Independencia, del general Morillo acabaron con los focos independentistas salvo el de Argentina y Paraguay.

·           1817-1824. Los virreyes pedían refuerzos a la desesperada, pero el gobierno era incapaz de mandar más tropas y las que reunió en Cádiz fueron las que se sublevaron en 1820. Los liberales en el poder no hicieron nada contra los liberales americanos. El general San Martín, desde el Sur,  independizó Argentina (1816) y Chile (1817) con ayuda de O´Higgings. Desde el norte, Simón Bolívar, “El Libertador”, creó la Gran Colombia (1819), soñando con la unidad de los sudamericanos para verse libres de nuevas potencias, pero su independencia definitiva no se produjo hasta la batalla de Carabobo en 1821. México se independizó en 1821, optando por una solución más conservadora (el Plan de Iguala). Perú fue el último baluarte español, criollos y peninsulares temían aquí la sublevación de la abundante población indígena, por lo que apoyaron al virrey Abascal. Pero San Martín desde el sur y Bolívar desde el norte forzaron su independencia, definitiva tras la batalla de Ayacucho, en 1824, ganada por el general Sucre. Bolivia en 1825 fue el último territorio continental en adoptar la independencia.      España conservó las Antillas y Filipinas. Inmediatamente, Gran Bretaña y Estados Unidos reconocieron a las nuevas repúblicas, para evitar una intervención de la Santa Alianza (Doctrina del presidente Monroe de EE.UU., en 1823: "América para los americanos") y defender sus intereses comerciales.

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