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viernes, 26 de enero de 2018

6.2. EL REINADO DE ISABEL II (1833-1868): LAS DESAMORTIZACIONES DE MENDIZÁBAL Y MADOZ. DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL A SOCIEDAD DE CLASES.

6.2. EL REINADO DE ISABEL II (1833-1868): LAS DESAMORTIZACIONES DE MENDIZÁBAL Y MADOZ. DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL A SOCIEDAD DE CLASES. 




INTRODUCCIÓN.

Durante el reinado de Isabel II se produjo el desmantelamiento definitivo del Antiguo Régimen, configurándose en España el Estado liberal. Para ello, los liberales se enfrentaron a los sectores sociales más reaccionarios, en las guerras carlistas. Una vez derrotado el carlismo, la lucha política se va a desarrollar entre un liberalismo moderado y un liberalismo progresista, lo que provocará que los cambios económicos y sociales que experimenta España en esta época se produzcan con cierto retraso con respecto a otros países europeos.

LAS DESAMORTIZACIONES DE MENDIZÁBAL Y MADOZ.

España durante el siglo XIX era un país fundamentalmente agrario con una distribución de la propiedad de la tierra muy desigual. Los grandes propietarios desde la Edad Media eran: la Corona, la Iglesia (manos muertas), la Nobleza (mayorazgos) y los Municipios o Concejos. Durante el Antiguo Régimen la tierra era la principal fuente de riqueza, los terrenos de los estamentos privilegiados estaban exentos de pagar impuestos, no se podían vender y no se explotaban adecuadamente. Por lo tanto, no es de extrañar que desde finales del siglo XVIII se viera en la desamortización (incautación por el Estado de bienes de la Iglesia, de la Corona y de los municipios que eran “nacionalizados” y después se vendían en pública subasta) una vía para aumentar los ingresos de la Hacienda, primero por la venta de los terrenos y después a través de los impuestos.
Además en el siglo XIX hay un grupo social que quiere maximizar esa riqueza y desea apoderarse de esas tierras: la burguesía liberal. De ahí que con el triunfo de los liberales triunfen las desamortizaciones.

Las primeras actuaciones desamortizadoras se remontan a finales del siglo XVIII (Godoy, entre 1798 y 1808) y afectaron a la Iglesia; pero durante el reinado de Fernando VII se detuvo la desamortización de bienes eclesiásticos y avanzó la de bienes civiles (afrancesados y liberales). Estas desamortizaciones tenían como única finalidad recaudar dinero para hacer frente al endeudamiento de la Hacienda.
Por su parte, las desamortizaciones de la primera mitad del siglo XIX estuvieron acompañadas de una serie de medidas encaminadas a suprimir los privilegios del Antiguo Régimen (vinculaciones, régimen señorial, diezmos…). Las desamortizaciones eclesiásticas sirvieron para debilitar a la Iglesia, que apoyaba la causa carlista.

La primera de estas desamortizaciones liberales fue la que afectó a los bienes de la Iglesia y la llevó a cabo el liberal progresista Mendizábal en 1836.
La desamortización de Mendizábal (leyes de 1836 para bienes del clero regular, clero que está en contacto con los fieles y de 1837 para los del clero secular, el clero de conventos y monasterios): Se inició debido a la crítica situación del país desde el punto de vista económico y político. Fundamentalmente se buscaba: sanear la Hacienda (con una enorme deuda), financiar los gastos provocados por la guerra civil (Primera Guerra Carlista) y ganar adeptos para la causa liberal, creando un amplio grupo de pequeños y medianos propietarios que se convirtieran en sustento social del régimen y se preocuparan por obtener un mayor rendimiento de sus nuevas tierras. Consistía en la venta por subasta de las tierras expropiadas a la Iglesia, por lo que se la conoce también como “desamortización eclesiástica”, que sería culminada en 1841, durante la regencia de Espartero. Durante la época moderada, las desamortizaciones fueron suspendidas.

La segunda y más importante fue la que afectó fundamentalmente a las tierras comunes de los Ayuntamientos y fue realizada por el ministro liberal progresista Pascual Madoz en 1855.
La desamortización de Madoz (1855-1867): Llamada “Ley de Desamortización General”, se inició durante el Bienio Progresista e incluía las tierras de la Iglesia aún no vendidas y las de las propiedades municipales (los anteriormente citados bienes de propios y de comunes). La situación fiscal y política no era tan grave como en el caso anterior, por lo que se pretendía no sólo reducir la deuda pública, sino también crear infraestructuras para modernizar la economía (básicamente, inversiones en el ferrocarril), con los ingresos obtenidos, que eran administrados por el Estado, aunque en teoría sus propietarios continuaban siendo los ayuntamientos..

Ambas podrían haber creado una nueva clase de pequeños propietarios agrícolas, pero no fue así. Las tierras nacionalizadas fueron vendidas en pública subasta (pagándose con deuda pública la de Mendizábal, y con dinero la de Madoz). Esas tierras desamortizadas pasaron en su mayor parte a la antigua nobleza, que se vio compensada por la pérdida de sus prebendas, a la alta burguesía, que había apoyado a los liberales en la guerra carlista, y en menor medida, a medianos propietarios (campesinos ricos). Muchas de las tierras desamortizadas quedaron en manos de los hasta entonces insignificantes gobernantes locales que van convirtiéndose en caciques.
Desde el punto de vista agrario, no se contribuyó a la racionalización del tamaño de la propiedad, es más se contribuyó a reforzar el latifundio y el minifundio en zonas donde anteriormente existían. No se modernizó la agricultura, ni se invirtió en nueva tecnología. La agricultura siguió siendo tradicional y explotada por jornaleros sin tierra.
Por lo que se refiere a las consecuencias sociales de las desamortizaciones, los campesinos sin tierra vieron empeorar su situación; explotados por los terratenientes y sin posibilidad de emigrar a las ciudades por no producirse un desarrollo industrial paralelo. Así, se convertirán en un caldo de cultivo revolucionario donde se extenderán las ideologías anarquistas.

En resumen, el proceso de desamortización de la tierra fue un proceso largo, que duró aproximadamente cien años, (casi hasta finales del siglo XIX), y supuso la abolición de las instituciones jurídicas que sostenían el Antiguo Régimen, un gran trasvase de la propiedad y la consolidación de una estructura agraria (agricultura tradicional) vigente hasta el siglo XX.

DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL A LA SOCIEDAD DE CLASES.

A lo largo del siglo XIX, la población española creció considerablemente, pasó de 10 a 20 millones de habitantes, aunque lo hizo a un ritmo más lento que los países más industrializados de Europa occidental, ya que se mantuvieron arcaísmos demográficos (hambrunas hasta 1882, epidemias, elevada mortandad infantil).Este crecimiento fue desigual por regiones, fue mayor en el norte que en el sur, y en las zonas periféricas que en el interior, a excepción de Madrid.
El aumento de población en las ciudades hizo necesario romper sus antiguas murallas. Se proyectaron ensanches urbanos como los realizados por Arturo Soria en Madrid o Ildefonso Cerdá en Barcelona. No obstante, la mayor parte de la población siguió siendo agraria.


La sociedad también se transformó y los estamentos propios del Antiguo Régimen dieron paso a la moderna división de clases propia de una sociedad capitalista.
La nobleza, que había perdido sus antiguos derechos señoriales pero que había acrecentado su poder económico gracias a la desamortización, se integró en los grupos dirigentes de la sociedad burguesa.
La Iglesia perdió gran parte de su poder económico al disolverse algunas órdenes religiosas y perder sus bienes con las desamortizaciones. Perdió también influencia social entre la nueva clase proletaria y entre sectores intelectuales, pero conservó el papel educativo y durante los años de gobierno moderado, la confesionalidad del Estado como católico (única religión oficial, ña católica).
Las clases burguesas adquirían el papel de nuevas clases dirigentes con la nueva estructura social que se fue configurando a lo largo del siglo XIX. Si a principios de siglo adoptó posturas políticas que tendía a acabar con los antiguos privilegios de la Iglesia y la nobleza, desde mediados de siglo se produjo un desplazamiento hacia posiciones cada vez más conservadoras. Fue un grupo heterogéneo dividido en:
· La alta burguesía enriquecida en parte por la desamortización perdió toda iniciativa empresarial y tendió hacia modos de vida rentista buscando el ennoblecimiento y la equiparación social con la antigua aristocracia.
· Las llamadas clases medias fueron un sector poco numeroso constituido por pequeños comerciantes, empresarios industriales, abogados, médicos, etc., que ocuparon la cúspide social de las ciudades.
· La pequeña burguesía, tenderos, artesanos, funcionariado, etc., constituyeron grupos en los que se apoyaban las alternativas políticas liberal-progresistas. Imitaban las formas de vida de la alta burguesía, aunque de forma más modesta.

La mayor parte de la población (clases populares) estaba constituida, en primer lugar, por el campesinado, y, en las zonas industrializadas, por los obreros industriales.
·                Los campesinos, en gran parte jornaleros, continuaron ocupando el estrato más bajo de la escala social. Sus condiciones de vida eran miserables, lo que provocó numerosas revueltas en el campo (creación de la Guardia Civil en 1844 para mantener el orden de las zonas rurales).
·                El número de obreros industriales creció enormemente a partir de 1840, sobre todo en Cataluña. Antiguos campesinos y artesanos emigraron a las ciudades (éxodo rural) en busca de mejores condiciones de vida y salarios más altos. Sin embargo, las condiciones de trabajo en las fábricas y de vida en sus míseras viviendas son tan terribles que poco a poco van tomando conciencia de su injusta situación y se van agrupando en asociaciones que defiendan sus derechos: sindicatos (los primeros sindicatos ilegales surgen en Cataluña y participarán a partir de 1842) y en mutuas obreras. Los gobiernos moderados los perseguirán. En estos grupos calarán las ideas socialistas (marxismo, socialismo y anarquismo). Todos ellos pedían una transformación del sistema capitalista y una mejora en la situación de la clase obrera.

·                Había también un sector de la población marginado: mendigos que iban de una ciudad a otras (cerca de 100.000 pobres).


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