9.2. La
intervención en Marruecos. Repercusiones de la Primera Guerra Mundial en
España. La crisis de 1917 y el trienio bolchevique.
Tras los intentos regeneracionistas de los
partidos oficiales, estos se sumieron en la división, incapaces de solucionar
los problemas de España. A los problemas internos se sumó la influencia que
tuvieron acontecimientos de transcendencia mundial como la Primera Guerra Mundial (1914-1918) o
la Revolución Bolchevique en Rusia (octubre 1917). Todo ello llevará a
la descomposición definitiva del régimen de la Restauración.
La intervención en Marruecos.
Sin su imperio ultramarino y cada vez más
aislada de Europa, España trató de participar en el reparto de África. Tras la Conferencia de
Algeciras
(1906), España obtuvo el reconocimiento definitivo de sus derechos sobre el norte del territorio marroquí. La
población rifeña (en las montañas del Rif era donde se localizaban minas de
hierro) estaba dividida en tribus o
cabilas reacias a renunciar a su independencia. Durante los años de
ocupación española, las cabilas lucharon
contra la ocupación atacando a los intereses coloniales de Espala en numerosas
ocasiones. En 1909, se produjo el desastre del Barranco del Lobo, donde 153 soldados españoles murieron en una emboscada de los rifeños. Este
acontecimiento precipitó la Semana Trágica de Barcelona con barricadas, vuelcos
de tranvías, quema de conventos, enfrentamientos entre la policía y huelgas.
Posteriormente, las cabilas rebeldes siguieron
organizándose a través del líder Abd-el-Krim. El general Silvestre en 1921, sin contar con el Alto
Comisario en Marruecos (máxima autoridad del ejército español destacado en
Marruecos), el general Berenguer, decidió
atacar a Abd-el-Krim en una expedición suicida que puso en peligro todo el
protectorado y se saldó con una terrible derrota, el desastre de Annual, donde sus
hombres fueron masacrados por los rifeños (los cálculos variaron entre 8000 a
más de 13.000 bajas, que es la cifra manejada por el informe que se comenzó a
realizar tras el desastre, el llamado Expediente
Picasso).
En Madrid el parlamento pidió responsabilidades, pero durante la investigación
sonó el nombre del rey, pues algunos consideraban que Silvestre, amigo personal
del monarca, actúo en contacto con Alfonso XIII saltándose el escalafón. Tanto
el desastre como la investigación posterior causaron un profundo malestar en el ejército.
Marruecos siguió siendo un quebradero de
cabeza hasta que, en 1926, tras el desembarco de Alhucemas,
las tropas de Primo de Rivera derrotasen a Abd-el-Krim.
Repercusiones de la Primera Guerra
Mundial en España.
Cuando estalló la Gran Guerra, el gobierno
del conservador Eduardo Dato
declaró la neutralidad, que fue respaldada por todos los partidos. A pesar de
la neutralidad oficial, las fuerzas políticas y los sectores sociales mejor
informados y con inquietudes políticas se dividieron en dos bandos, los aliadófilos y los germanófilos.
Se puede decir que los sectores más conservadores de España
simpatizaron, por lo general, con los
Imperios Centrales, representantes del orden y de la autoridad,
mientras que los sectores más liberales
y la izquierda se inclinaron con los aliados, que representaban los
principios democráticos. Solo los
anarcosindicalistas y una minoría socialista calificaron la guerra como un
enfrentamiento entre imperialismos, sin decantarse por unos o por otros.
La
neutralidad favoreció una espectacular expansión de la economía.
España se convirtió en abastecedora de
los países beligerantes, a los que suministró materias primas y productos
industriales. Sin embargo, mientras la burguesía industrial y
financiera se enriqueció con los beneficios extraordinarios de
la guerra, las clases trabajadoras sufrieron un fuerte
descenso de su nivel de vida, a pesar del alza de los salarios,
por la escasez y por la subida vertiginosa de los precios de los productos de
primera necesidad.
Esta situación agravó las diferencias
sociales de la época y provocó una gran agitación social y el
auge del movimiento obrero. Este clima de extrema
tensión social intensificó el número de huelgas.
La crisis de 1917
El estallido definitivo de la crisis se produjo en 1917, con tres frentes abiertos: el militar
(Juntas de Defensa), el
político (Asamblea de Parlamentarios) y el social
(Huelga general).
Una parte del ejército, descontento con
los bajos salarios, lo que
consideraba ataques nacionalistas a la integridad
de España y el sistema de ascensos (que
primaba a los militares con destino en Marruecos sobre la antigüedad) se
organizó en el movimiento de Juntas de Defensa
para exigir reformas políticas y mejoras profesionales; estas Juntas fueron
prohibidas inicialmente por el gobierno de García
Prieto, pero legalizadas por el posterior gobierno del conservador Eduardo Dato. Finalmente, el nuevo
Gobierno aceptó gran parte de estas peticiones y promulgó la Ley del Ejército en junio del 18,
demostrando de nuevo su influencia en la política.
Al mismo tiempo, los nacionalistas
catalanes de la Lliga de Cambó, los
republicanos de Melquiades
Álvarez y de Lerroux
y algunos grupos obreros (PSOE) se unieron para exigir una reforma política total, y como primera medida
pedían la convocatoria de una asamblea constituyente. Como respuesta, Dato cerró las Cortes y anuló las garantías constitucionales.
Representantes de los grupos antes citados se reunieron, en una Asamblea de Parlamentarios en Barcelona,
en la que, junto a una nueva
Constitución y una profunda reforma del sistema, se exigió la concesión de autonomía política a las regiones. El
movimiento se fue haciendo más nacionalista y más radical. En ese ambiente
enrarecido, las centrales sindicales UGT y CNT convocaron una huelga general revolucionaria, aunque fracasó por la
durísima represión.
Finalmente, y tras la reunión de los
asambleístas en Madrid, Alfonso XIII da paso a un gobierno de colaboración,
presidido por Manuel García Prieto,
pero con la presencia de miembros de la Asamblea (lo que de hecho suponía la
desaparición de la misma) como Cambó y Maura, que temían una radicalización
excesiva del movimiento. Este gobierno fue incapaz de dar una solución, lo
mismo que los 13 inestables gobiernos
que van a sucederse hasta 1923, demostrando la incapacidad de los políticos
para reformar el sistema.
El problema de la crisis política se veía
agravado por una situación social cada día más
tensa: obreros y
campesinos pedían reformas laborales y cambios en la estructura de la propiedad
que los patronos no estaban dispuestos a conceder. La violencia de los
obreros fue contestada con violencia patronal, lo que desembocó en una guerra abierta en las calles de
algunas ciudades, sobre todo en la ciudad de Barcelona.
En
Andalucía
la agitación social se había mantenido a muy bajos niveles desde 1917, en cuya
huelga general apenas participó el campo. Sin embargo, entre 1918 y 1920, se vivió el denominado
“trienio bolchevique”, una fase de actividad revolucionaria, provocada por la
situación de miseria de los jornaleros
agrícolas, la carestía de la vida y la influencia de la Revolución rusa.
Dirigidos por UGT y CNT hubo huelgas
(1919), ocupación de campos, reparto de tierras y toma de ayuntamientos. Con la
declaración del estado de guerra y una fuerte represión se finalizó la revuelta
social en 1920. Tras la represión, la conflictividad descendió, pero la
problemática del campo andaluz y la desaparición del régimen de propiedad continuó, reproduciéndose durante la II
República un fuerte rebrote de la violencia. Pese a todo, se alcanzaron logros
como la jornada laboral de 8 horas.
La suma de estos factores: inestabilidad política, desorden público
(huelgas, atentados), nacionalismo
catalán, Marruecos (¨desastre de Annual¨), propiciaron el golpe de
Estado del general Miguel Primo de Rivera en 1923
que fue aplaudido por gran parte de la sociedad, empezando por la propio
Alfonso XIII.
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