9.3. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA. EL FINAL DEL REINADO DE ALFONSO XIII
Causas del golpe de Estado y de
su triunfo.
Las causas del golpe
de Estado hay que buscarlas en el desastre de Marruecos y en la inestabilidad política.
Entre 1917 y 1923 hubo 23 gobiernos diferentes y 30 crisis parciales en las que
sólo cambiaron algunos ministros, destacando así su incompetencia. Los partidos
que estaban al margen del sistema (socialistas, republicanos, regionalistas y
nacionalistas) no eran una alternativa de poder. Además, el movimiento
anarquista estaba desarticulado tras la enorme represión que sufrieron desde
1917. Los periódicos, los intelectuales y la opinión pública pedían reformas
profundas del sistema por su ineficacia. Así que, a falta de ideas mejores, la
oligarquía en el poder optará por una
solución militar, la de la dictadura.
El golpe de Estado no sorprendió a nadie. Alfonso XIII, que no estaba
al corriente del pronunciamiento, reconoció al golpista, que recibió el apoyo de gran parte del ejército, los
partidos monárquicos y la oligarquía dirigente. Sin embargo, muchos líderes de los partidos tradicionales
acusaron al rey de anticonstitucional y se fueron decantando hacia las
ideas republicanas.
Miguel Primo de Rivera dio su golpe de Estado en Barcelona el 13 de septiembre de 1923, y sin derramamiento de sangre
dominó la situación de la capital catalana. El Gobierno acudió al monarca para
que rechazara el golpe, pero Alfonso
XIII apoyó abiertamente al general sublevado, a quien confió la tarea
de formar gobierno. España dejó de ser una monarquía parlamentaria y se convirtió en un régimen autoritario.
Primo de Rivera no pretendió establecer un régimen definitivo; su
cometido era establecer una etapa transitoria de “recuperación”, pero después pasó
de la provisionalidad a un intento de perpetuación.
La implantación del Directorio Militar fue aceptada con satisfacción
por la gran masa neutra del país, que
deseaba el orden. El golpe de
Estado fue posible, sobre todo, por la actitud de dos fuerzas: la burguesía y el movimiento
obrero. La primera, se puso sin disimulos del lado de la
dictadura, y la que marcó la pauta fue la catalana; pretendía así frenar a la
clase obrera y a los políticos de los antiguos partidos. La dictadura pudo
establecerse también porque, al carecer el movimiento obrero de una firme
conciencia política, no hubo lugar a protestas; los obreros se mantuvieron tranquilos. Anarcosindicalistas
y comunistas, con escaso apoyo, apenas
pudieron oponerse. En cambio, el Partido Socialista y la UGT aceptaron y colaboraron a lo largo de los
casi siete años del gobierno de Primo de Rivera con el dictador.
El directorio militar
(1923-1925).
Entre septiembre de 1923 y
diciembre de 1925, se desmontó
el anterior sistema: organización de un Directorio,
presidido por Primo de Rivera, que reunía en su persona todas las facultades,
iniciativas y responsabilidades de gobierno. Primo de Rivera, asesorado por el
Directorio (compuesto íntegramente por militares), sometía a la firma del Rey
todas las resoluciones adoptadas. Por lo tanto, el funcionamiento de toda la Administración quedó en manos del Ejército. A la vez, tomó otras medidas
urgentes: suspendió las garantías constitucionales, destituyó a los
gobernadores civiles de las provincias, disolvió las Cortes y suspendió la Constitución de 1876.
Además, decretó que los ayuntamientos y las diputaciones provinciales fuesen
intervenidos.
Para asegurarse el control municipal por parte
del régimen, se creó la figura de los delegados de gobierno y se aprobó un Estatuto Municipal en 1924. Además, nació la Unión Patriótica (UP). No era un exactamente partido
político: en ella, Primo de Rivera pretendió
aglutinar a todos los “patriotas de buena voluntad y enemigos del
desorden” sin vinculación política definida. En su formación reunió una
amalgama de gentes procedentes del carlismo, del maurismo, de propietarios de la tierra o
burgueses industriales y del incipiente catolicismo político. Por eso,
quizá, fue precisamente por lo que fracasó.
Tras dar cierta forma política al sistema, todavía le quedaba a Primo
de Rivera una cuestión importante que solucionar antes de dar paso a una
modificación interna del régimen, y era Marruecos. Tras
arrinconar, para evitar nuevos escándalos, las conclusiones del Expediente
Picasso sobre el desastre de Annual, la
resolución del problema marroquí fue el éxito más evidente de la
dictadura. Los nuevos ataques rifeños a las posiciones españolas en 1924 le
decidieron a proporcionar todos los recursos para acabar con el conflicto. Fue
preparado un Ejército potente que, unido al ejército francés, desembarcó en la bahía de Alhucemas en septiembre de 1925 en la primera operación conjunta conocida en la historia de
la estrategia militar que reunió fuerzas de tierra, mar y aire. Tras varias
semanas de duras batallas, Abd-el-Krim se entregó a las autoridades francesas.
El gran éxito conseguido por Primo de Rivera se reconcilió con los ciudadanos
cansados de guerras, con todo el ejército (porque había salvado su honor), con
los empresarios inversores en Marruecos y con su propia Hacienda, que pudo
iniciar la reducción del déficit presupuestario tras interminables años de
conflictos.
3.- El directorio civil
(1925-1930) y la caída de la monarquía.
En diciembre de 1925 se constituyó el Directorio Civil.
En el nuevo gobierno colaboraban ahora militares, como Martínez Anido, y nuevos políticos, como Calvo Sotelo, junto a representantes de los partidos
tradicionales. El Gobierno siguió manteniendo en suspenso la Constitución y legislando
por decreto, aunque en 1927 se convocó una Asamblea Nacional Consultiva que tendría la misión de preparar
la transición hacia un nuevo régimen constitucional (tarea en la que
fracasó estrepitosamente).
En estos años, el país gozó de una economía en alza, pero el régimen no aportó nuevos modelos
económicos, aunque propició la industrialización mediante el intervencionismo estatal (creación de monopolios
públicos: CAMPSA, Tabacalera, Telefónica…),
mejoró la agricultura
participando en la introducción de nuevas técnicas e incrementó el comercio exterior. La base de estas tres
políticas fue un gran desarrollo de las obras y los servicios públicos
(Construcción de embalses, carreteras, líneas ferroviarias) y, con el apoyo del
Partido Socialista y de la UGT ,
pudo crear una estructura corporativa a la italiana para las relaciones
capital-trabajo (Consejo de Trabajo). Además, intentó
aplicar una importante reforma fiscal que, por primera vez, introducía el
impuesto sobre la renta.
Sin embargo, no se pudieron solucionar
otros problemas. La cuestión catalana
fue uno de los principales: la
persecución de la lengua catalana para su uso en ámbitos oficiales o
eclesiásticos restaron apoyos entre la burguesía y el clero catalanes. Además, tampoco se supo frenar a un movimiento obrero que iba tomando
posiciones: a partir de 1928 el PSOE empezó a desmarcarse de la Dictadura , planteando
como única salida la república (lo mismo propusieron el Partido Comunista, fundado en 1921, y los anarquistas de la CNT, sindicato creado en 1910). Además,
los intelectuales se sintieron atacados
con la destitución de Unamuno como rector de la universidad
de Salamanca y con su posterior destierro, o con la clausura del Ateneo de Madrid porque, se decía, estaba derivando al
republicanismo. Las revueltas de los universitarios en el curso 1928-1929
acabaron con represiones y con el cierre de la Universidad.
En el Ejército, también
empezaron a fallar los apoyos al dictador. Si a ello unimos el final del ciclo económico expansivo (pese
a las exposiciones internacionales de Sevilla y Barcelona) y la utilización por
parte de la dictadura de nuevos procedimientos caciquiles desde 1929 para que
el régimen se sostuviera, se explica que arreciaran las protestas y se
precipitaran todos los acontecimientos.
El 30 de enero de 1930 Alfonso XIII, que había perdido su confianza en el dictador, aceptó
la dimisión de Primo de Rivera, encargando al viejo militar Dámaso Berenguer la formación de un nuevo
gobierno (la llamada “dictablanda”).
El Pacto de San Sebastián (agosto de 1930) reunió a tres fuerzas políticas para tratar un
futuro cambio hacia la república (a ellas se añadieron los nacionalistas): los constitucionalistas,
que reunían a algunos políticos monárquicos reticentes con el monarca y
dispuestos a deslizarse hacia un aún indefinido republicanismo; los republicanos históricos, y el Partido Socialista. De este
pacto se derivaron dos líneas de acción complementarias: una
revolucionaria, que llevó al fracasado pronunciamiento
militar de Jaca de diciembre de 1930 (capitán
Galán), y otra política que, con
una gran campaña de prensa y mítines, lograría arruinar el prestigio de la
monarquía. El acuerdo político del Pacto de San Sebastián implicó la creación
de un comité revolucionario
compuesto por: Alcalá Zamora,
Miguel Maura, Marcelino Domingo, Prieto,
Azaña, Albornoz y De los Ríos.
En diciembre de 1930 se difundió un manifiesto firmado por los
principales dirigentes en el que se llamaba a la población a derribar la
monarquía. Mientras, para los gobiernos del general Berenguer y luego del almirante Aznar el objetivo prioritario era
organizar un escalonado proceso electoral, a fin de recuperar el “tiempo
perdido” con la dictadura, que culminase en unas Cortes constituyentes. Según
el procedimiento establecido, había que empezar por las elecciones municipales que sustituyeran a los
ayuntamientos de la dictadura, para luego llegar a las elecciones a Cortes.
Las primeras se celebraron el 12 de abril de 1931,
y acabaron convirtiéndose en un plebiscito sobre la monarquía. Aunque salieron
elegidos más concejales monárquicos que republicanos, la suerte estaba echada para
Alfonso XIII en el momento en que éstos triunfaron en los núcleos
urbanos, donde la limpieza electoral era menos sospechosa. El día 13, tras conocerse los resultados
electorales, miles de personas salieron a la calle para manifestarse a favor de
la república, y Alfonso XIII publicaba un manifiesto en el que anunciaba su
abandono del trono (no su
abdicación) y su marcha de España a Italia. Al día siguiente, el 14 de abril, se proclamaba oficialmente la República.
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