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lunes, 12 de marzo de 2018

9.3. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA. EL FINAL DEL REINADO DE ALFONSO XIII


9.3. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA. EL FINAL DEL REINADO DE ALFONSO XIII

Causas del golpe de Estado y de su triunfo.

Las causas del golpe de Estado hay que buscarlas en el desastre de Marruecos y en la inestabilidad política. Entre 1917 y 1923 hubo 23 gobiernos diferentes y 30 crisis parciales en las que sólo cambiaron algunos ministros, destacando así su incompetencia. Los partidos que estaban al margen del sistema (socialistas, republicanos, regionalistas y nacionalistas) no eran una alternativa de poder. Además, el movimiento anarquista estaba desarticulado tras la enorme represión que sufrieron desde 1917. Los periódicos, los intelectuales y la opinión pública pedían reformas profundas del sistema por su ineficacia. Así que, a falta de ideas mejores, la oligarquía en el poder optará por una solución militar, la de la dictadura.

El golpe de Estado no sorprendió a nadie. Alfonso XIII, que no estaba al corriente del pronunciamiento, reconoció al golpista, que recibió el apoyo de gran parte del ejército, los partidos monárquicos y la oligarquía dirigente. Sin embargo, muchos líderes de los partidos tradicionales acusaron al rey de anticonstitucional y se fueron decantando hacia las ideas republicanas.

Miguel Primo de Rivera dio su golpe de Estado en Barcelona el 13 de septiembre de 1923, y sin derramamiento de sangre dominó la situación de la capital catalana. El Gobierno acudió al monarca para que rechazara el golpe, pero Alfonso XIII apoyó abiertamente al general sublevado, a quien confió la tarea de formar gobierno. España dejó de ser una monarquía parlamentaria y se convirtió en un régimen autoritario. Primo de Rivera no pretendió establecer un régimen definitivo; su cometido era establecer una etapa transitoria de “recuperación”, pero después pasó de la provisionalidad a un intento de perpetuación.  
La implantación del Directorio Militar fue aceptada con satisfacción por la gran masa neutra del país, que deseaba el orden. El golpe de Estado fue posible, sobre todo, por la actitud de dos fuerzas: la burguesía y el movimiento obrero. La primera, se puso sin disimulos del lado de la dictadura, y la que marcó la pauta fue la catalana; pretendía así frenar a la clase obrera y a los políticos de los antiguos partidos. La dictadura pudo establecerse también porque, al carecer el movimiento obrero de una firme conciencia política, no hubo lugar a protestas; los obreros se mantuvieron tranquilos. Anarcosindicalistas y comunistas, con escaso apoyo, apenas pudieron oponerse. En cambio, el Partido Socialista y la UGT aceptaron y colaboraron a lo largo de los casi siete años del gobierno de Primo de Rivera con el dictador.
La Dictadura de Primo de Rivera, sin ser en ningún caso un régimen de corte fascista, como el italiano de Mussolini, está relacionada con la aparición de movimientos totalitarios en la Europa de entreguerras.  

 El directorio militar (1923-1925). 

Entre septiembre de 1923 y diciembre de 1925, se desmontó el anterior sistema: organización de un Directorio, presidido por Primo de Rivera, que reunía en su persona todas las facultades, iniciativas y responsabilidades de gobierno. Primo de Rivera, asesorado por el Directorio (compuesto íntegramente por militares), sometía a la firma del Rey todas las resoluciones adoptadas. Por lo tanto, el funcionamiento de toda la Administración quedó en manos del Ejército. A la vez, tomó otras medidas urgentes: suspendió las garantías constitucionales, destituyó a los gobernadores civiles de las provincias, disolvió las Cortes y suspendió la Constitución de 1876. Además, decretó que los ayuntamientos y las diputaciones provinciales fuesen intervenidos.

Para asegurarse el control municipal por parte del régimen, se creó la figura de los delegados de  gobierno y se aprobó un Estatuto Municipal en 1924. Además, nació la Unión Patriótica (UP). No era un exactamente partido político: en ella, Primo de Rivera pretendió aglutinar a todos los “patriotas de buena voluntad y enemigos del desorden” sin vinculación política definida. En su formación reunió una amalgama de gentes procedentes del carlismo, del  maurismo, de propietarios de la tierra o burgueses industriales y del incipiente catolicismo político. Por eso, quizá, fue precisamente por lo que fracasó.
  
Tras dar cierta forma política al sistema, todavía le quedaba a Primo de Rivera una cuestión importante que solucionar antes de dar paso a una modificación interna del régimen, y era Marruecos. Tras arrinconar, para evitar nuevos escándalos, las conclusiones del Expediente Picasso sobre el desastre de Annual, la resolución del problema marroquí fue el éxito más evidente de la dictadura. Los nuevos ataques rifeños a las posiciones españolas en 1924 le decidieron a proporcionar todos los recursos para acabar con el conflicto. Fue preparado un Ejército potente que, unido al ejército francés, desembarcó en la bahía de Alhucemas en septiembre de 1925 en la primera operación conjunta conocida en la historia de la estrategia militar que reunió fuerzas de tierra, mar y aire. Tras varias semanas de duras batallas, Abd-el-Krim se entregó a las autoridades francesas. El gran éxito conseguido por Primo de Rivera se reconcilió con los ciudadanos cansados de guerras, con todo el ejército (porque había salvado su honor), con los empresarios inversores en Marruecos y con su propia Hacienda, que pudo iniciar la reducción del déficit presupuestario tras interminables años de conflictos.

3.- El directorio civil (1925-1930) y la caída de la monarquía.

En diciembre de 1925 se constituyó el Directorio Civil. En el nuevo gobierno colaboraban ahora militares, como Martínez Anido, y nuevos políticos, como Calvo Sotelo, junto a representantes de los partidos tradicionales. El Gobierno siguió manteniendo en suspenso la Constitución y legislando por decreto, aunque en 1927 se convocó una Asamblea Nacional Consultiva que tendría la misión de preparar la transición hacia un nuevo régimen constitucional (tarea en la que fracasó estrepitosamente). 

En estos años, el país gozó de una economía en alza, pero el régimen no aportó nuevos modelos económicos, aunque propició la industrialización mediante el intervencionismo estatal (creación de monopolios públicos: CAMPSA, Tabacalera, Telefónica…),  mejoró la agricultura participando en la introducción de nuevas técnicas e incrementó el comercio exterior. La base de estas tres políticas fue un gran desarrollo de las obras y los servicios públicos (Construcción de embalses, carreteras, líneas ferroviarias) y, con el apoyo del Partido Socialista y de la UGT, pudo crear una estructura corporativa a la italiana para las relaciones capital-trabajo (Consejo de Trabajo). Además, intentó aplicar una importante reforma fiscal que, por primera vez, introducía el impuesto sobre la renta

            Sin embargo, no se pudieron solucionar otros problemas. La cuestión catalana fue uno de los principales: la persecución de la lengua catalana para su uso en ámbitos oficiales o eclesiásticos restaron apoyos entre la burguesía y el clero catalanes.  Además, tampoco se supo frenar a un movimiento obrero que iba tomando posiciones: a partir de 1928 el PSOE empezó a desmarcarse de la Dictadura, planteando como única salida la república (lo mismo propusieron el Partido Comunista, fundado en 1921, y los anarquistas de la CNT, sindicato creado en 1910). Además, los intelectuales se sintieron atacados con la destitución de Unamuno como rector de la universidad de Salamanca y con su posterior destierro, o con la clausura del Ateneo de Madrid porque, se decía, estaba derivando al republicanismo. Las revueltas de los universitarios en el curso 1928-1929 acabaron con represiones y con el cierre de la Universidad.
    En el Ejército, también empezaron a fallar los apoyos al dictador. Si a ello unimos el final del ciclo económico expansivo (pese a las exposiciones internacionales de Sevilla y Barcelona) y la utilización por parte de la dictadura de nuevos procedimientos caciquiles desde 1929 para que el régimen se sostuviera, se explica que arreciaran las protestas y se precipitaran todos los acontecimientos.
El 30 de enero de 1930 Alfonso XIII, que había perdido su confianza en el dictador, aceptó la dimisión de Primo de Rivera, encargando al viejo militar Dámaso Berenguer la formación de un nuevo gobierno (la llamada “dictablanda”). 

El Pacto de San Sebastián (agosto de 1930) reunió a tres fuerzas políticas para tratar un futuro cambio hacia la república (a ellas se añadieron los nacionalistas): los constitucionalistas, que reunían a algunos políticos monárquicos reticentes con el monarca y dispuestos a deslizarse hacia un aún indefinido republicanismo; los republicanos históricos, y el Partido Socialista. De este pacto se derivaron dos líneas de acción complementarias: una revolucionaria, que llevó al fracasado pronunciamiento militar de Jaca de diciembre de 1930 (capitán Galán), y otra política que, con una gran campaña de prensa y mítines, lograría arruinar el prestigio de la monarquía. El acuerdo político del Pacto de San Sebastián implicó la creación de un comité revolucionario compuesto por: Alcalá Zamora, Miguel Maura, Marcelino Domingo, Prieto, Azaña, Albornoz y De los Ríos.
En diciembre de 1930 se difundió un manifiesto firmado por los principales dirigentes en el que se llamaba a la población a derribar la monarquía. Mientras, para los gobiernos del general Berenguer y luego del almirante Aznar el objetivo prioritario era organizar un escalonado proceso electoral, a fin de recuperar el “tiempo perdido” con la dictadura, que culminase en unas Cortes constituyentes. Según el procedimiento establecido, había que empezar por las elecciones municipales que sustituyeran a los ayuntamientos de la dictadura, para luego llegar a las elecciones a Cortes. Las primeras se celebraron el 12 de abril de 1931, y acabaron convirtiéndose en un plebiscito sobre la monarquía. Aunque salieron elegidos más concejales monárquicos que republicanos, la suerte estaba echada para Alfonso XIII en el momento en que éstos triunfaron en los núcleos urbanos, donde la limpieza electoral era menos sospechosa. El día 13, tras conocerse los resultados electorales, miles de personas salieron a la calle para manifestarse a favor de la república, y Alfonso XIII publicaba un manifiesto en el que anunciaba su abandono del trono (no su abdicación) y su marcha de España a Italia. Al día siguiente, el 14 de abril, se proclamaba oficialmente la República.  


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