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lunes, 5 de marzo de 2018

8.2. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX. EL SISTEMA DE COMUNICACIONES: EL FERROCARRIL. PROTECCIONISMO Y LIBRECAMBISMO. LA APARICIÓN DE LA BANCA MODERNA.


8.2.            La revolución industrial en la España del siglo XIX. El sistema de comunicaciones: el ferrocarril. Proteccionismo y librecambismo. La aparición de la banca moderna.

Introducción.

Durante el s. XIX la economía española experimentó numerosos cambios, sin alcanzar el desarrollo de otros países europeos. Solo en el País Vasco y Cataluña hubo una transformación industrial importante.


LAS PECULIARIDADES DE LA INCORPORACIÓN DE ESPAÑA A LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL.

El proceso de industrialización no fue tan importante como en otros países europeos, afectó principalmente a las zonas de Cataluña y el País Vasco. A finales del XIX, España era aún un país poco desarrollado industrialmente, continuaba siendo eminentemente agrario.
Este retraso industrial puede explicarse por la falta de poder adquisitivo de la población y por un proteccionismo excesivo, otros elementos que explican este retraso fueron: la falta de inversiones, las malas comunicaciones terrestres y la falta de redes comerciales para llevar los bienes al consumidor potencial. Algunos de estos problemas se resolvieron lo largo del siglo, aunque la expansión industrial fue mucho más débil que en la mayoría de países de Europa Occidental.
A pesar de la poca capacidad de compra del mercado español en Cataluña se creó una importante industria textil, sobre todo algodonera, gracias al avance de la economía catalana y a las medidas proteccionistas de los gobiernos moderados. También fue un elemento decisivo en el desarrollo de esta industria el espíritu de iniciativa y de riesgo de la burguesía catalana.
En cuanto a la industria siderúrgica, en 1831 se instaló en España el primer alto horno, el de La Constancia, en Málaga. La familia Heredia impulsó la actividad y Andalucía fue la primera región con siderurgia moderna.  La escasez de mineral y carbón la hizo inviable en tres décadas. En la década de 1840 se desarrolló la siderurgia en Asturias.
Los primeros altos hornos en el País Vasco se instalaron en 1841. Los comerciantes vascos aprovecharon la política proteccionista y la supresión parcial de los fueros. La explotación del mineral de hierro permitió a un sector de la burguesía, enriquecerse, exportando el mineral a Reino Unido, lo que propició la aparición de importantes astilleros para construir barcos que transportaran el mineral.
 A partir de 1860 se levantaron altos hornos para la fabricación de hierro, que eran propiedad  de las empresas creadas por los comerciantes del mineral. Pronto Vizcaya se convierte en el principal foco industrial de la siderurgia, sobre todo con la sustitución del hierro por el acero, dando lugar al gigante industrial de Altos Hornos de Vizcaya. En Guipúzcoa aparecen también numerosas empresas metalúrgicas de transformados del acero. Así surgió una segunda isla industrial, en el conjunto español todavía agrario, que transformó la sociedad y economía de los territorios vascos.
En el resto del país, la industria siguió siendo artesanal o con escaso desarrollo tecnológico. Algunos sectores experimentaron cierto desarrollo, en especial los relacionados con la industria alimenticia o la construcción, cercanas a las áreas urbanas. Pese a todo su volumen fue bastante débil.
 
EL SISTEMA DE COMUNICACIONES: EL FERROCARRIL.

España disponía hacia 1850 de una red de caminos y de carreteras cuya extensión no llegaba a una décima parte de la de Francia, con una extensión territorial similar. A mediados de siglo la situación mejoró. En 1850 se estableció el servicio de correos y, en 1852 se inauguró el servicio de telégrafos. Pero el principal reto seguía siendo el transporte de mercancías. La creación de redes comerciales exigía disponer de facilidades para trasladar mercancías en grandes cantidades y con cierta rapidez. Hacia 1850, Madrid era la única capital europea que solo disponía de caminos para carros.

En el Bienio Progresista (1854-56) se dio un impulso decisivo a la construcción del ferrocarril con una legislación que permitió la entrada de capital extranjero para financiarlo. Una nueva Ley de Ferrocarriles de 1877 favoreció la formación de nuevas empresas que duplicaron el tendido existente hasta llegar a unos 13.000 km a finales de siglo. Se incrementó la presencia de capital español y las subvenciones del Estado. Y el ferrocarril comenzó a ejercer cierto arrastre de la industria siderúrgica y metalúrgica nacional. En 1883 se fabricó la primera locomotora con capital español y comenzó una intensa fabricación de material ferroviario. Los ferrocarriles mineros y los de vía estrecha, que completaban la red principal, se realizaron básicamente a finales del siglo. Se produjo una revolución en el sistema de transportes al permitir el traslado y comercialización de los productos entre las zonas agrícolas y las industriales. Pero el diferente ancho de vía con respecto a las europeas fomentó el aislamiento. El trazado radial ignoraba la localización periférica de la industria. Además, la limitada demanda existente hizo del ferrocarril un negocio poco lucrativo. Pese a todo, el ferrocarril configuró un mercado nacional de cierta importancia, aunque lejos, de los vecinos europeos.



PROTECCIONISMO Y LIBRECAMBISMO.

La economía española durante este periodo se encontraba ante el gran dilema del proteccionismo o el librecambismo. El primero propugna la protección de la producción nacional frente al mercado exterior, mediante el establecimiento de altos impuestos aduaneros a las mercancías importadas, que en general eran más competitivas. Así, la producción nacional, de menor calidad y más cara, podría soportar la competencia exterior. Esta tendencia estuvo siempre auspiciada por los partidos moderados.
 Por el contrario, el librecambismo defiende la libertad de intercambios con bajos aranceles. El Estado debe garantizar la libre transacción de capitales y mercancías. Esta política defendida por los progresistas sostenía la idea de la competitividad de los productos españoles con los extranjeros, para convertirlos en mejores.

Política arancelaria.

Durante el siglo XIX España tuvo una economía con un nivel de protección arancelaria más alto que el entorno europeo desde los inicios del liberalismo en el Trienio Liberal. Las Cortes progresistas de 1841 redujeron las prohibiciones. En 1849 una nueva ley rebajó aún más los aranceles. La polémica entre los dirigentes liberales fue continua y surgieron asociaciones defensoras de ambas posturas.
Mientras la burguesía moderada del textil catalán y los cultivadores de trigo del interior abogaban por un mercado reservado a la producción nacional, los progresistas y demócratas eran partidarios del librecambismo como forma de conseguir inversiones y tecnología y de poder acceder a capitales y bienes de equipo extranjeros. Solamente en breves periodos, como durante el Bienio Progresista, y limitado a sectores muy concretos, como fue el ferrocarril, se adoptaron criterios librecambistas.
Tras la Revolución de 1868, el ministro Laureano Figuerola estableció un nuevo arancel que pretendía abrir la economía española (arancel Figuerola de 1869) al exterior como forma de promover el desarrollo económico. Este arancel establecía una desprotección selectiva, manteniendo una amplia protección para los productos agrarios y rebajando la de los productos industriales.
El arancel de Figuerola no acabó de implantarse totalmente ante la resistencia de los grupos industriales catalanes y vascos y de los harineros castellanos. De hecho una ley de 1875 paralizó su implantación. La crisis agraria de finales de siglo, especialmente grave en España, tuvo como respuesta el arancel muy proteccionista de Cánovas de 1891, la economía española entró en una década de muy bajo crecimiento de la renta y un gran debilitamiento del sector exterior.

 LA APARICIÓN DE LA BANCA MODERNA.

A lo largo del siglo XIX la presencia de inversiones extranjeras, sobre todo francesas, fue determinante en la creación de un sistema bancario español. Durante el periodo isabelino, se empieza a configurar una serie de bancos que tiene como objetivo capitalizar la economía española, ejemplo de estos bancos fue la creación en 1857 del Banco Santander.
Por otro lado, conviene destacar dos aspectos importantes que impulsaron el desarrollo del tejido bancario español del XIX: la creación de una nueva moneda nacional, la peseta en 1868, y la fundación del Banco Hipotecario, en 1872.

Con la Restauración comenzó un nuevo sistema bancario, de tipo mixto (capital privado y estatal) , en el que los bancos se especializaron poco y atendían con sus préstamos tanto a la financiación de inversiones como la de consumo. Con el cambio de siglo aparecieron varios de los grandes bancos de la historia de económica de España: Hispano-Americano en 1900; Vizcaya en 1901, Español de Crédito en 1902, etc.



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