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lunes, 5 de marzo de 2018

9.1. ALFONSO XIII Y LA CRISIS DEL SISTEMA POLÍTICO DE LA RESTAURACIÓN: LOS PARTIDOS DINÁSTICOS. LAS FUERZAS POLÍTICAS DE OPOSICIÓN: REPUBLICANOS, NACIONALISTAS, SOCIALISTAS Y ANARCOSINDICALISTAS.


9.1. Alfonso XIII y la crisis del sistema político de la Restauración: los partidos dinásticos. Las fuerzas políticas de oposición: republicanos, nacionalistas, socialistas y anarcosindicalistas.

El 17 de mayo de 1902, el heredero de la Corona, Alfonso XIII, se convertía en rey, previo juramento de la Constitución de 1876. Hasta esa fecha el sistema canovista había permitido una cierta estabilidad, pero durante el reinado de Alfonso XIII, España vive en una situación de permanente crisis política: las muertes de Cánovas (asesinado en 1897) y de Sagasta (1903) llevó a los partidos tradicionales del turno a una lucha interna por el liderazgo que debilitó su posición, y facilitó la aparición en la escena política de nuevos partidos (socialistas, republicanos y nacionalistas), ajenos al sistema turnista. Estos hechos, unidos a la creciente dificultad para aplicar las trampas electorales que garantizaban la alternancia en el poder (en las ciudades, con un peso demográfico cada vez mayor, el caciquismo al estilo rural no era posible) llevó al agotamiento del sistema canovista. La actitud del joven rey, partidario de intervenir en el gobierno y sobre todo en la política de ascensos del ejército, creará mayor inestabilidad. 
 En ese momento el sistema de la Restauración dependía para su continuidad de que se diese solución a estos urgentes problemas:
·       Necesidad de dar autenticidad al sistema político, permitiendo y animando a la participación real de toda la población. La existencia de un régimen político corrupto con elecciones fraudulentas hasta ahora no lo había permitido.
·       Atención a las reivindicaciones de las clases populares.  Medidas como la creación del Instituto de Reformas Sociales (1903); el Reglamento de Inspección del Trabajo (1906), para regular la cuestión de los accidentes de trabajo; la Ley de Huelga (1909) etc.., Pero el desencanto de las clases trabajadoras les llevará hacia posiciones políticas cada vez más radicales.
·       Lograr la integración en el sistema de la Restauración de nuevas fuerzas políticas en ascenso: el PSOE, que obtuvo en 1910 su primer diputado (Pablo Iglesias); las fuerzas regionalistas, especialmente el catalanismo, con la LLiga Regionalista y Solidaritat Catalana de Francesc Cambó. Por último, el republicanismo, que también crecía en importancia política con la fundación del Partido Republicano Radical (1908), de Alejandro Lerroux, y del Partido Republicano Reformista (1912).
·       Un ejército herido en su orgullo por la derrota en Cuba y que ven los nacionalismos periféricos como una seria amenaza para la unidad de España.

los partidos dinásticos
Tras la crisis del 98, se produjo la necesidad de relevar a los primeros hombres de la Restauración, provocando dentro de los partidos oficiales una lucha por el liderazgo, que provocará una cierta inestabilidad política. En la etapa conservadora que va de 1902 a 1905 hubo cinco presidentes de Gobierno, y en la liberal, de 1905 a 1907, otros cinco.
En el Partido Conservador, a la muerte de Cánovas del Castillo, su sucesor Francisco Silvela, crítico con el canovismo, intentó unir las corrientes regeneracionistas surgidas tras el ¨desastre¨, pero lo único que logró fue poner de manifiesto la dificultad de acuerdo entre sus componentes. A Silvela pronto le disputó su liderazgo Raimundo Fernández Villaverde. Con todo el político más representativo del partido fue Antonio Maura, que acabó convirtiéndose en el jefe conservador. Católico, enemigo del caciquismo para lograr la pureza de las votaciones, ocupó la presidencia del Gobierno entre 1903 y 1904, y de nuevo, en el bienio 1907-1909. Maura presentó un programa revisionista intentó acabar con el caciquismo y legitimar la vida política, reformar la ley electoral, descentralizar el poder y fomentar la economía. Aunque se encontró con la desconfianza de la oposición y las resistencias dentro de su propio partido. Para intentar atraerse a los nacionalistas burgueses catalanes (Lliga Catalana) preparó la "Ley de las Mancomunidadesque permitiría una autonomía municipal, comarcal y provincial, y que hubiese podido solucionar las demandas de autogobierno de Cataluña, País Vasco y Galicia. Su labor se vio interrumpida por la crisis de la Semana Trágica de julio de 1909. Durante tres días, en la ciudad, se prolongaron las luchas en las calles. Con más de 100 muertos, 300 heridos. Después llego la represión, las detenciones, los procesos y las condenas a muerte destacando la del ideólogo anarquista Ferrer Guardia.
En el Partido Liberal padeció también por esos años el problema de la jefatura producido con la muerte de Sagasta en 1903 y el desgaste en el poder. Montero Ríos y Segismundo Moret se disputaron el liderazgo, aunque fue un tercero José Canalejas quien se convertiría en el verdadero jefe de los liberales, quien gobernaría entre 1910 y 1912. Tras un breve Gobierno de Moret, el rey nombró como jefe de Gobierno a Canalejas, que pretendió llevar a cabo una reforma social, propiciando un diálogo con el movimiento obrero; la separación real entre la Iglesia y el Estado (con la Ley Candado, que le aportó la ruptura de relaciones diplomáticas con el Vaticano); un programa educativo y la modificación del servicio militar. La labor modernizadora de Canalejas quedó truncada trágicamente cuando fue asesinado en noviembre de 1912 a manos de un anarquista. En ese instante, finalizaron a la vez la etapa de regeneracionismo interno desde los Gobiernos y los mejores momentos del reinado de Alfonso XIII.
En definitiva, fueron años de renovación interna entre los dos partidos del régimen, pero nunca llevarían a la quiebra definitiva del sistema de la Restauración ni a la renovación que el sistema requería.

Las fuerzas políticas de oposición: republicanos, nacionalistas, socialistas y anarcosindicalistas.
Los partidos excluidos del sistema habían tenido muy poco peso desde el comienzo de la Restauración, pero en los inicios del siglo XX su fuerza y sus apoyos comenzaron a aumentar. Al ir aumentando las ciudades, el peso del caciquismo fue menor en estas y, por lo tanto, el apoyo a estas fuerzas políticas fue creciendo cada vez más.
Los republicanos: En las primeras décadas del siglo XX la oposición más importante era el republicanismo. Representaba la aspiración de los intelectuales y de sectores de las clases medias a una democratización política, que identificaban con el régimen republicano. Conoció una renovación ideológica con la inclusión de las doctrinas del nuevo liberalismo democrático, más sensible a las reformas sociales, para intentar mejorar la vida de las clases medias y obreras.
El impulso regenerador y unificador llegó en 1903 con la formación de la Unión Republicana, cosechando un notable éxito electoral en las grandes ciudades. Las divergencias en este partido terminaron por dividir de nuevo al republicanismo; en 1908 se escindió el sector radical liderado por Alejandro Lerroux, que formó el Partido Radical.
Los nacionalistas: El catalán era el nacionalismo de mayor relevancia en las primeras décadas del siglo XX. Estuvo dominado por la Lliga Regionalista, fundada en 1901. Esta formación política consideraba que se debía compatibilizar la regeneración política y la modernización económica con su reivindicación de la autonomía de Cataluña. Este era el partido de la burguesía catalana y no contó con el apoyo de la clase obrera, ya que no atendía a las reformas sociales. Practicó una política pactista colaborando en ocasiones con los partidos del turno (Conservadores y Liberales). El nacionalismo vasco. Tras la muerte de Sabino Arana en 1903, fundador y líder del PNV (Partido Nacionalista Vasco), se inició un duro y largo enfrentamiento entre el sector independentista y defensor de las ideas aranistas, y otro más moderado, liberal y posibilista que optaba por la autonomía vasca dentro de España. Con la nueva estrategia del sector autonomista, el nacionalismo vasco, se extendió desde Vizcaya al resto de las provincias vascas, se aproximó a la burguesía industrial, amplió sus bases sociales y se consolidó como la fuerza mayoritaria en el País Vasco.
El Socialismo: sobresalen dos fuerzas políticas desde ya finales del XIX: Los socialistas (PSOE) crecen lenta pero progresivamente. Atrajeron a intelectuales burgueses para dar credibilidad al partido. Se agrupaba en torno a Pablo Iglesias y contaba con una potente organización sindical que les respaldaba (la UGT). Los anarquistas o anarcosindicalistas logran una amplia implantación entre el proletariado y, entre las diferentes facciones, desde 1910 (fecha de su fundación) sobresale la CNT, con un índice altísimo de afiliaciones. Defensores de la doctrina conocida como “la propagada por el hecho”, o, “acción directa”, fueron los responsables de los atentados a Canalejas o contra el Rey (el día de su boda). Estaban en contra de cualquier poder y no constituyeron partido alguno.


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